domingo, 1 de julio de 2007

Gato Pérez



Ese bar fue nuestra vida
y por eso está presente
en las iras y alegrías que nos mueven a vivir,
aunque ahora es diferente y ya nada es como antes
su recuerdo permanece y se merece una ovación.

Ebrios de soledad
los amigos de siempre
se alejan y se pierden
para volverse a encontrar,
en el mismo lugar
en sublime armonía
compartiendo emociones
en posición vertical.

Hay un genio incomprendido,
un creador de lo sublime
y un artista del futuro que aún está por descubrir,
el empírico poeta, traductor de obras completas,
que pega un salto a la Olivetti y se convierte en ganador.

Y también van los cantantes,
con los músicos geniales
a explicarse las canciones y exhibir su vanidad,
mientras otros sin fortuna venden risa y luz de luna
a un roquero rey del rollo rey del rollo de imitar.

El amigo derrotado
por la lucha cotidiana
va y se borra del programa pues tiene que madrugar
mientras otros más dichosos, habladores e incansables,
buscan otro grifo abierto donde poderse enganchar.

Se inaugura un nuevo día,
en el bar junto al mercado,
entre frutas y pescado que perfuman la humedad
donde gente alborotada en un mosaico de miseria
entierra su borrachera con algo sólido y champán.

Ebrios de soledad
los amigos de siempre
se alejan y se pierden
para volverse a encontrar,
en el mismo lugar
en sublime armonía
compartiendo emociones
en posición vertical.